Habla entonces Mío Cid, que en buen hora ciñó espada: "¡Oh buen Martín Antolínez, el de la valiente lanza!" Si Dios me da vida he de doblaros la soldada. Ahora ya tengo gastado todo mi oro y mi plata, bien veis, Martín Antolínez, que ya no me queda nada. Plata y oro necesito para toda mi compaña, No me lo darán de grado, lo he de sacar por las malas. Martín, con vuestro consejo hacer quisiera dos arcas, Las llenaremos de arena por que sean muy pesadas, bien guarnecidas de oro y de clavos adornadas. Bermejo ha de ser el cuero y los clavos bien dorados. Buscadme a Raquel y Vidas, decid que voy desterrado por el rey y que aquí en Burgos el comprar me está vedado. Que mis bienes pesan mucho y no podría llevármelos, yo por lo que sea justo se los dejaré empeñados. Que me juzgue el Creador, y que me juzguen sus santos, no puedo hacer otra cosa, muy a la fuerza lo hago. A lo que el Cid le mandó, Martín Antolínez marcha, atraviesa todo Burgos, en la judería entraba, por Vidas y por R